Gregorio Luperón en Jamao

Historia de Puerto Plata

De la misma forma que la protección de don Pedro Dubocq cambió el destino de Gregorio Luperón, el periodo de tiempo que este vivió en Jamao fue a mi juicio el más importante y beneficioso para el hombre en que se convirtió. Ney Finke asegura que la oportunidad de trabajar en los cortes de madera que el señor Dubocq poseía en Jamao, le ayuda a desarrollar “una gran resistencia física, liderazgo y un carismático don de mando”. Felipe González López por su parte, afirma que la práctica de “domar potros” le ayuda a desarrollar una “vigorosa musculatura”. Con solo 15 años acepta el reto de dirigir los cortes de madera de su protector, siendo respetado por los peones; aún los mayores que él. 

Pero lo más importante de su experiencia en Jamao fue la oportunidad de desarrollar su intelecto al aprovechar la biblioteca que en la casa campestre poseía su mentor. Disfrutó de clásicos como Plutarco que según refiere en sus Notas Autobiográficas, su lectura sembró en él amor a la verdad, a la libertad y a la justicia; también los libros de patología general, de los que se auxiliaba para curar los peones bajo su mando. Ney Finke asegura además que “durante su permanencia en la casa del Señor Dubocq, aprendió francés para poder tener acceso a la biblioteca militar que este poseía, aprendiendo con ella la guerra de posiciones”. 

En sus encuentros con Ramón Mella visitante de la casa de don Pedro, aprendió el arte de la guerra de guerrillas”. Esta doble influencia de las técnicas europeas y la forma criolla de pelear, hicieron de Luperón el oficial más preparado de cuantos lucharon en la guerra de la Restauración, ya que los españoles no dominaban bien la guerra de guerrillas ni los dominicanos la guerra de posiciones.

En mayo de 1860, abandona la dirección de los cortes de madera de su protector a pesar de los pedidos de reconsideración que le hiciera don Pedro. Gracias al buen crédito que gozaba en Puerto Plata, comienza a trabajar por cuenta propia, instalando un comercio en Sabaneta de Yásica, lugar donde traslada su residencia.

Dos anécdotas:

MALAPUNTA

La fama de hombre valiente se pone de manifiesto con la anécdota que involucra a Gregorio Luperón con el reconocido y temido general Manuel Victorino, apodado “Malapunta”, quien tenía en zozobra a los habitantes de Rincón de Yásica.

Siendo el general Juan Suero gobernador de Puerto Plata, recibía constantes denuncias de los abusos y atropellos cometidos por este general, quien había sido nombrado por el gobierno de la Anexión en la Jefatura Cantonal de Rincón de Yásica. Siendo su función mantener el orden, abusaba de su autoridad cobrando para provecho personal impuestos a galleras y casas de juego de azar. Llegando hasta el límite de instalar una casa de juego en la misma Comandancia para luego que los ganadores se alejaban del lugar ,asaltarlos y en caso de poner resistencia asesinarlos con toda impunidad, entre otros muchos desmanes. 

Juan Suero avergonzado y preocupado por el descrédito de su gobierno se preparaba para salir a castigarlo con los hombres más valientes de su regimiento, cuando recibe por recomendación del capital de artillería Benito Martínez en la gobernación la visita del joven Gregorio Luperón. Le solicita traer vivo o muerto a Malapunta y por lo arriesgado de la operación ofrece como recompensa una morocota española, también le ofrece el cargo que este desempeñaba. Como Luperón no tenía la más mínima intención de participar en el gobierno de anexión trataba de justificar su negativa, a lo que Suero, molesto, reta al joven diciendo: 

“Ya sabía yo que usted no era el macho que se forraba con Malapunta. Buscaré a otro que tenga más apretada la bragueta”. A lo que Luperón le responde con coraje: “Mire general, ni Malapunta ni Buenapunta me meten a mi los pelos. Y búsquenme caballo que le voy a traer a su guapo sin resuello o amarrado como a un puerco cimarrón”. Toma una driza de bandera, se la coloca en el pecho y parte. 

Al amanecer llegó a las cercanías de Rincón, acercándose donde estaban los jugadores y los que habían amanecido parrandeando. Con cierta altanería y pretendiendo no ver al sujeto pregunta: ¿Y quién de ustedes es aquí el nombrado Malapunta? el aludido a pesar del trasnoche y del alcohol, desenvaina la espada y responde: “Aquí está el gallo que busca Gollo Baqueta”. Luperón enfurecido, por el sobrenombre que utilizaban sus enemigos saca su sable, iniciando en ese momento un duelo que termina con Malapunta preso, con una oreja menos, atado fuertemente por las muñecas con la soga que había traído de la Gobernación y conducido como arriado por el joven Luperón a la ciudad.

Al llegar a Playa el Canal se encontraron con un grupo armado que tenía órdenes de apresar al bandido ya que el general Suero no creía que aquel joven sin renombre en ese momento pudiera hacerlo. Según relata González López “la actitud de aquel imberbe en las lides del valor y de la hombría” hizo que el general Suero tratara en varias ocasiones de atraerlo al Cuerpo de las Reservas Voluntarias, siendo rechazado el ofrecimiento siempre por nuestro héroe. 

DESBARATAR UN FANDANGO

La organización de fiestas o reuniones campestres con el fin de obtener beneficios económicos es una costumbre que existe desde siempre en nuestro país. Luperón, dando muestras de la vena de comerciante que le acompañó casi toda su vida, organizó una de estas actividades en su casa de Jamao, contratando los servicios del inspector de la sección y sus guardias campestres, para mantener el orden y la seguridad recogiendo las armas de los participantes en la entrada del lugar. 

Relata Rodriguez Objío que “Entrada la noche aparecen ocho hombres de mal aspecto, capitaneados por un famoso guerrillista de la cercanía” que se negaron a cumplir las reglas; los guardias dudaban y no se atrevían a requerir las armas. Luperón se presentó al grupo y les dijo que podían participar en la fiesta, pero les advirtió que, si intentaban provocar un desorden él se haría respetar, lo que motivó cierta mofa de los intimados a sus espaldas.

Luego de algunos tragos, el jefe, quien además de fuerza física poseía una terrible reputación, inició lo que se llamaba “desbaratar un fandango”, declarando que la fiesta estaba terminada, rompiendo con su sable sillas, lámparas y mesas, hiriendo a algunas personas. Los guardias salieron huyendo y Luperón al oír el tumulto le hizo frente como un relámpago espada en mano iniciando un duelo a muerte con el jefe, al que se incorporó en su contra el resto del grupo provocador. Luperón, forzado, defendía y atacaba con singular destreza. hasta que un hermano que no participaba en la fiesta y se encontraba durmiendo en una casa cercana, vino en su ayuda espada en mano. Con pocas probabilidades de éxito, pero con mucho valor, los hermanos fueron hiriendo a los asaltantes de dos en dos.

provocando finalmente el terror en el resto, quienes los consideraron “unos seres extraordinarios, dotados de algún poder oculto”, ya que ninguno de los dos había recibido ni un rasguño.

Una vez terminado el pleito y sin perder tiempo, Luperón monta su caballo y a galope se dirige a Puerto Plata para dar parte del suceso a las autoridades, recibiendo la denuncia el general Gregorio de Lora, quien saluda la actuación del joven. Escenas como estas solo relatadas en contextos anecdóticos, crearon una referencia en el pueblo, ya que cuando se quería describir una pelea tremenda se solía decir “Como el pleito de Goyito” apodo de Gregorio Luperón.

6 respuestas

  1. Puedo Dar testimonio que eso me lo conto Don Ney Finke, es nuestras conversaciones que teniamos ya que mi Padre Chemon Marmolejos, era muy amigo de Don Ney.

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